15 noviembre, 2019
Clínicas Neural

Los problemas neurológicos más comunes de los niños pueden originarse desde los meses de embarazo hasta los primeros años de vida. Conocerlos es estar preparados para vigilar y cuidar a los que más quieres. Y lo que es más importante: el conocimiento es una forma de prevención, de estar atentos a los síntomas en una época en que los niños no pueden o no saben explicar dolencias o síntomas complejos.

Por ello, vamos a hacer un repaso por algunos de los problemas neurológicos más comunes y sus respectivas patologías. Para ello, los hemos dividido en tres áreas: prematuridad, daño cerebral y trastornos de neurodesarrollo.

Prematuridad

Como hemos comentado antes, los más vulnerables, y quienes menos posibilidad tienen para comunicarnos cualquier dolencia que padezcan, son los bebés.

Especialmente, los bebés prematuros—los que nacen antes de las 37 semanas—, son quienes más tienden a padecer problemas neurológicos.

Debido a que los órganos de los bebés prematuros no están del todo formados, pueden aparecer complicaciones; entre estas, para ellos es mayor el riesgo de sufrir hemorragias cerebrales.

Es muy aconsejable realizar una rehabilitación neurológica cuando el nacimiento se produce antes de la semana 32. También se recomienda en los siguientes casos:

  •       Bajo peso (inferior a los 2,5 kg.
  •       Insuficiencias respiratorias graves
  •       Si ha habido hemorragias periventriculares o intraventriculares
  •       En casos de leucomalacia
  •       Tras largas estancias en la UCI neonatal
  •       Si ha existido sufrimiento fetal

Daño cerebral

De los tres grupos que hemos establecido para los problemas neurológicos más habituales en la infancia, el daño cerebral es la causa más frecuente de discapacidad.

Además, como hemos mencionado antes, dicha discapacidad puede no ser evidente durante los primeros años de vida. En apariencia, se podría pensar que el niño o la niña está creciendo como los demás, con un desarrollo dentro de lo que se considera normal—dando por sentado que cada niño es un mundo y existen diferentes velocidades de aprendizaje y desarrollo.

No obstante, cuando ha habido daño cerebral, a medida que los niños crecen empiezan a hacerse patentes problemas motores, sensoriales y/o cognitivos.

En ocasiones, estos daños pueden a su vez ser congénitos, propios de problemas dados durante el embarazo o el parto; o adquiridos, que son los posteriores al nacimiento, a saber: tumor cerebral, ictus, epilepsia, hidrocefalia, traumatismo craneoencefálico y anoxia cerebral.

Sin embargo, dado que en los primeros meses de vida los bebés cuentan con una maravillosa defensa natural, la llamada plasticidad neuronal o neuroplasticidad, que les ayuda a recuperarse de ciertas lesiones, el conocimiento y la rehabilitación son fundamentales para mejorar su posterior calidad de vida.

Neurodesarrollo

Los llamados trastornos de neurodesarrollo tienen que ver con alteraciones del cerebro que pueden hacerse evidentes en los primeros meses y/o años del niño. Estos pueden provocar ciertos retrasos a la hora de adquirir determinadas funciones.

Los trastornos de neurodesarrollo los dividimos, a su vez, en las siguientes categorías:

  •       Trastornos del aprendizaje
  •       Trastornos del lenguaje
  •       TEA
  •       TDAH

Estas alteraciones tienen una causa neurobiológica y hemos de saber diferenciar entre un trastorno y síntomas que son de tipo evolutivo, propios de un desarrollo normal.

Algunas de las consecuencias de estos trastornos pueden conllevar dificultades a la hora de adquirir el lenguaje o resolver problemas (lectura, escritura, matemáticas); pero también pueden darse dificultades para mantener centrada la atención o reconocer las emociones propias y de quienes les rodean.

Como se deduce por la descripción de los trastornos neurológicos, si no se atienden a tiempo, el niño no recibe la ayuda que necesita y por tanto su desarrollo se puede ver comprometido, sin olvidarnos de la frustración, desmotivación e incluso depresión que pueden sufrir los niños y niñas al encontrar dificultades que no saben explicar, y que pueden achacar como propias y sin solución, cuando realmente sí podemos hacer algo por ellos.